Hoy, para variar, escribiré un artículo que me pareció muy interesante, además me dio una buena calificación para el curso de Filosofía. bueno, aquí voy:
Muchos mueren demasiado tarde, y algunos mueren demasiado pronto. Todavía suena extraña esta doctrina: «¡Muere a tiempo!» Morir a tiempo: eso es lo que Zaratustra enseña. En verdad, quien no vive nunca a tiempo ¿cómo va a morir a tiempo? ¡Ojalá no hubiera nacido jamás! - Esto es lo que aconsejo a los superfluos. Pero también los superfluos se dan importancia con su muerte, y hasta la nuez más hueca de todas pretende ser cascada. Todos dan importancia al morir: pero la muerte no es todavía una fiesta. Los hombres no han aprendido aún cómo se celebran las fiestas más bellas. Yo os muestro la muerte consumadora, que es para los vivos un aguijón y una promesa...
Así habló Zaratustra - Friedrich Nietzsche.
Hace mucho tiempo, en una de las no muchas conversaciones que tenía con mi padre, él me habló sobre la vida y la muerte, y me hacía notar que existía un claro concepto de la muerte: "el cese de la vida"; sin embargo, no existía un claro concepto de vida, eso me llamó mucho la atención pues hasta entonces (aunque nunca lo había intentado antes) pensé que sería muy fácil definir el término vida, sin embargo no lo fue en ese momento y me es fácil aún definirlo.
Supongo que no es fácil tener un concepto claro de la vida porque simplemente estamos vivos y la definición de vida somos nosotros mismos, seres vivos que se interrelacionan con su medio ambiente, capaces de desarrollarnos y que en algún momento tenemos que morir.
Al ser conscientes de la muerte, generalmente solemos preguntarnos ¿Qué pasa después de la muerte?, ¿Existe la vida después de la muerte? ¿A dónde vamos después de morir? ¿Nuestro espíritu seguirá con vida? ¿Iremos a un paraíso? ¿Nos encontraremos con nuestros seres queridos que han muerto? Es lógico y común que cuando un ser querido muere, nos embarguen sentimientos de pena y dolor, porque esa persona ya no estará con nosotros, porque dejaremos de verla, pero al mismo tiempo tratamos e consolarnos con la idea de que estará en un lugar mucho mejor y que desde aquel lugar estará velando por nuestro bienestar y cuando lo necesitemos bastará con "pedirle" que nos ayude y confiamos en que así sucederá.
Pero cuando pensamos en nuestra propia muerte, generalmente tenemos miedo, porque nos enfrentamos a algo desconocido y porque nos resistimos a dejar lo que ahora tenemos a nuestro alrededor y porque nos cuesta mucho pensar que iremos a un lugar diferente y en condiciones totalmente diferentes, tal vez con una túnica blanca envolviéndonos o con una aureola brillante sobre nuestras cabezas o tal vez aún peor, en un lugar no muy agradable (padeciendo penas y castigos que quizá creamos ser merecedores) o tal vez porque pensemos que después de la muerte simplemente no hay nada.
La muerte es, en primer lugar, una realidad universal, un hecho inherente al mundo. La muerte es tanto el factor determinante de la condición metafísica del hombre, como de su condición histórica. En ese sentido, puede decirse que la muerte unifica la condición humana. En segundo lugar, la muerte, la mortalidad, es cierta y evidente. En tercer lugar, la muerte es fin total, absoluto. La muerte es definitiva, no hay inmortalidad, no hay otra vida cualquiera que fuese, no hay mañana.
Es muy intranquilizador no saber nada sobre el morirnos, no sabemos absolutamente nada sobre cómo experimentamos nuestra muerte, no sabemos cómo sucederá esa ruptura de la unión entre el cuerpo y el alma, es por ello que la muerte se convierte en una experiencia e idea distinta para cada ser humano.
La muerte es la mismo tiempo lo más individualizador pero también lo más igualitario pues en el momento en que llega todos somos iguales, nadie es más ni menos.
En términos prácticos, ahora entiendo que la muerte es la falta de vida en un ser vivo. Debemos entender la muerte como una especie de "situación límite" en nuestras vidas, es el final de la idea (a veces inconsciente) de que vamos a vivir para siempre.
Como manifestaron los griegos: "No es mortal quien muere, sino quien está seguro de que va a morir." De esta manera, las plantas y animales no serían mortales, el ser humano sí lo es; los humanos somos los auténticos vivientes porque sabemos que dejaremos de vivir y de eso se trata la vida. Tal como dijo Montaigné: "No morimos porque estemos enfermos, si no, porque estamos vivos."
Si vamos a morir, tal vez mañana o ahora mismos, nos toca como seres auténticamente vivos conscientes de que la muerte es inevitable, simplemente trascenderla espiritualmente. Si recordamos a nuestros ancestros o a los grandes personajes de la historia de la humanidad es porque ellos trascendieron haciéndose "inmortales".
Segun afirma Savater, la evidencia de la muerte no sólo nos deja pensativos, sino que nos vuelve pensadores, haciéndonos crecer, madurar y, finalmente, humanizarnos; la consciencia de la muerte nos convierte en mortales y permite hacer de nuestras vidas algo único, personal e irrepetible.
Es por ello que en nuestro vano esfuerzo por vencer a lo invencible, debemos encaminarnos hacia una trascendencia después de la muerte, alcanzando ahora una realización personal a favor de la humanidad, de los seres auténticamente vivos, teniendo una perspectiva no tan triste ni angustiante de la muerte, viéndola no sólo como el fin de la vida, sino como una nueva etapa en el camino del ser humano.
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